martes, 2 de febrero de 2010

“La milonga del Marinero y el Capitán”*

* En homenaje a Andrés Calamaro

Dos niños de aproximadamente 5 y 7 años cada uno, corre en el medio del amanecer a la orilla de una playa desierta detrás de una pelota que se interna dentro del agua.
Los niños (uno de tez morena y el otro de tez más clara) están vestidos con unos trajes de baños estilo tanga uno de color rojo y el otro blanco. Los infantes se meten al agua parta jugar con la pelota; juegan un poco de voleibol mientras las olas les chocan los cuerpos. Se persiguen dentro del mar. El mayor lanza la pelota más adentro del agua y el menor trata de alcanzarla. Más atrás le sigue el mayor para poderle alcanzar. Sin querer empiezan a tocarse de forma inocente y el mayor mira al más pequeño directamente a los ojos dándole una sutil caricia en su mejilla.


Han pasado más de 20 años es el atardecer a eso de las 6.45 p.m. era un atardecer típico por lados del malecón de Maracaibo. A lo lejos se puede visualizar entre el tumulto de la muchedumbre a un hombre de algunos 27 o 28 años, vestido completamente de blanco calzando unos zapatos negros su caminar es apresurado, su vestimenta lo describe como un miembro de la armada pues lleva una camisa perfectamente planchada con los distintivos de un capitán más su sombrero de visera negra; también lleva en su cintura una correa negra con hebilla bien pulida al lado de la misma está una pistola calibre 9 mm resguardada por una funda de cuero blanca. El hombre no se entretiene con nada sólo deja que su mente levite al son de un vallenato melancólico que sale de un viejo reproductor de CD de un vendedor de ropa intima femenina del Mercado de las Pulgas. Cruza la avenida Libertador con dirección al Callejón de los Pobres para ir a los lados de la calle Carabobo.
Ya sediento por su apresurado caminar se detiene para comprar una cerveza en una taguara clandestina por los lados del Paseo Ciencias. Entra y el lugar no puede ser más lúgubre hay unas pocas mesas y casi no hay luz y para colmo el sitio está casi vacío. En sus paredes cuelgan afiches de vallenateros y mujeres en poses seductoras completamente desnudas muy al estilo de los afiches que siempre se encuentran en los talleres mecánicos.
Llega a la barra y le pide al mesonero una cerveza bien fría. El barman lo mira y asiente con la cabeza para traerle una botella negra cubierta por una capa de hielo, el barman la destapa en frente de él y le dice al hombre con porte de marino: “disfrutala papa que está como vestio de novia”.
Sin pensarlo dos veces el hombre con porte de marinero suelta de sus labio una ínfima sonrisa y levanta la botella haciéndole una referencia al barman. Se toma la cerveza a toda velocidad prácticamente si soltar el pico de su boca después de acabar con la cerveza se pasa su mano derecha empuñada por la boca para secarse las sobras de cerveza. El barman mira asombrado por la forma de beber del marinero y echa una carcajada y le vuelve a decir “estáis seco primo, no dejaste ni la espumita”… el marinero se ríe y le contesta medio deprimido: “algo primo… algo” mete la mano izquierda en el bolsillo izquierdo delantero de su pantalón para sacar un billete de cinco bolívares y le pregunta al barman: “¿cuánto cuesta la birrita?” y el barman le responde: “son dos quinientos hermanito”. El marinero le entrega el billete y le contesta: “tomá y quedate con el vuelto”.
De allí el marinero sale apresurado para seguir su andar, está tan retraído que ni siquiera mira para los lados al momento de cruzar las calles.

Ya es de noche son como aproximadamente las 8.15 p.m. las luces de los postes de luz adornan la calurosa noche del centro de Maracaibo el marinero sigue su apresurado andar por la Plaza Bolívar, sigue retraído y por ello no se da cuenta que una mujer de aproximadamente de 25 años lo persigue una dama vestida de manera estrafalaria, ella tiene puesto un vestido fucsia demasiado corto, el largo de la falda apenas llega a la mitad de sus muslos, también tiene puestas unas medias pantys negras y uno zapatos de tacón alto (de 15 cm) de color negro. Sin darse cuenta el marinero ya la tiene al lado pero no dejar de caminar y sólo acelera el paso pero la dama lo sigue y le suelta este comentario: “mirá papito que hacéis tan solito por estos lares, ¿andáis en busca de una mamaíta? El marinero la mira a la cara. La dama está maquillada de manera estrafalaria muy al estilo de las putas de la Plaza Bolívar y el Paseo Ciencias tiene la boca pintada de un rojo demasiado intenso y sus parpados rosados por la sombra mal echada. El marinero la vuelve a mirar y se agarra la cintura y se toma su pistola 9mm y el responde: “y vos ¿no queréis un pepazo en el medio de la frente? La puta se detiene y lo deja solo y cuando el marinero se le aleja le grita: “¡Qué suerte la mía, esta es la noche de los marditos cabrones! Y se pierde entre las sombras de la Plaza Bolívar.

Ya son las 9.00 p.m. la puerta de un bar de putas de la Calle Carabobo se abre poco a poco se ven unos zapatos negros bañados en polvo, son los zapatos del marinero que entra al sitio, un lugar amplio y grande el bar estaba totalmente lleno. El sitio estaba bajo las sombras; sólo lo iluminaba el fuego de los cientos de cigarro, unas opacas luces rojas y una vieja rocola en donde sonaba el bolero “Reloj” en el sitio había mucha gente, específicamente con tipos de baja calaña que buscaban el amor en alquiler que ofrecían las putas del lugar. El marinero termina de entrar al bar en su trayecto mira a todos lados con la intención de conseguir algo específicamente a alguien pero lo que buscaba ya no se encontraba en el sitio, llega hasta la barra allí estaba un cantinero alto y de tez blanca con una barba de varios días vestía camisa de flores de botones abierta un poco más abajo del pecho y de el se veía el brillo de una cadena de oro, además tenía puesto un pantalón negro.
El cantinero ve llegar al marinero y le pregunta: “¿cómo estáis, qué te trae por aquí?” Y el marinero se quita su sombrero y con la mano derecha agarra una servilleta y se la pasa por la frente para quitarse el sudor que bañaba su frente y le responde al cantinero: “¡lo mismo de siempre!”
El cantinero se dobla y del mostrador saca una botella de ron marca Pampero la coloca encima de la barra le busca limón y sal y le dice al marinero: “allí tienes lo tuyo”, y el marinero le vuelve a preguntar: “¿y dónde está lo otro?” El cantinero no habla no suelta ni una sola palabra y sólo une los labios para indicarle al marinero en dónde estaba lo que buscaba.

El marinero se sirve un shot de ron y lo bebe con rabia se pasa por la boca un poco de sal y se chupa el limón como pidiendo que el ácido le apacigüe la ira. Luego de beberse el trago el marinero le dice al cantinero: “¡gracias por la respuesta!” Saca de su bolsillo izquierdo 300 bolívares y con la mano izquierda se los entrega al cantinero y éste le responde: “¡de nada primo espero que tengáis suerte esta vez!” El marinero sale del sitio velozmente y tira la puerta del bar.


Al marinero se le ve caminar hacía a un pequeño motel que estaba al lado de barcito. El motel no es gran cosa apenas la recepción tenía tres sillas de plástico un ventilador de techo y un viejo almanaque y estaba alumbrado por una lámpara de neón con el aviso de abierto que se pagaba y volvía a prender. Entra y le pregunta al recepcionista que ya era conocido para él (un hombre de raza negra y pelo afro vestido con una guayabera blanca y bermudas caquis con una sandalias marrón): “¿Dónde están?” y el recepcionista le responde: “en la habitación 5”.
El marinero sube las escalaras en su cara se le ve la rabia y estaba marcada por la impotencia, busca en su cintura la pistola 9 mm y la desenfunda llegando a la habitación 5; dentro de la misma hay una pareja teniendo sexo era una mujer blanca y alta de tez clara de 25 años con el pelo largo y negro totalmente desnuda que cabalga encima de un hombre de aproximadamente 25 años de tez morena. La mujer acaricia el pecho del hombre mientras sigue cabalgando soltando unos gemidos que se escuchan en el pasillo de las habitaciones del motel. La habitación estaba marginalmente adornada con una silla plástica, una descuidada mesita de noche en donde reposaba una vieja y sucia jarra roja de plástico que contenía agua más un vasito azul de plástico. La cama en donde estaba la pareja era de lata y hacía estruendo en cada cabalgata apasionada por la chica. En el suelo de la habitación estaba la ropa de ambos regada, era una camisa beige, unos Levis 501, un boxer negro y unos zapatos estilo mocasín marrón más un vestido azul y unos zapatos blancos y un hilo dental blanco extremadamente fino. Sin pensarlo dos veces el marinero le da una patada a la vieja puerta marrón entra y la mujer se voltea y lo ve y sólo atina a gritar: ¡¡¡ No!!! Cuando de la pistola 9 mm salen 8 disparos matando a la pareja.
El marinero sale despavorido del cuarto como alma que lleva el diablo baja las escaleras y se consigue con el recepcionista apartándolo de su camino.


El marinero corre desesperado por los callejones de la Calle Carabobo, el sudor no cabía más en su cuerpo y so rostro se dejaba bañar por las lágrimas que brotaban de sus ojos café.
En pleno corre corre y aun confuso por lo que había hecho trata detenerse en la primera esquina del camino y lloroso se deja caer en el piso de rodillas y con la mirada perdida. En su mente llegan algunos pasajes y entre los mismo está la imagen de una habitación a media luz con un hombre de tez clara sentado en una silla de madera vestido sólo con un paño blanco; Sus mejillas estaban cubierta por espuma de afeitar, en el umbral de la puerta de la habitación se ve la silueta de hombre alto de tez morena que vestía un boxer negro y en su mano derecha llevaba una navaja de afeitar. El hombre de tez morena se le fue acercando al hombre de la silla y estando frente a parar en su cintura y desatarle el paño blanco, el cual se deja caer al suelo.
En ese mismo instante el marinero entra en si y se levanta para seguir corriendo y perderse a lo lejos del callejón en la densa noche.


Fin

Manuel Enrique
Maracaibo, enero de 2009

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